Deprimido marcaba el reloj los segundos, derritiéndose en el desierto.
La luz caía pesada sobre mí.
Las dunas inclementes presagiaban el final...
El espejismo a lo lejos me guiñaba el ojo, llamándome con destellos de espectros paisajísticos, en forma de oasis que se esfumaban ante mis ojos...
¡Aquí hay uno, no!
¡Aquí hay otro, no!
Que este sea sí, llegué a rogar a la providencia, pero no.
Caí abandonado por mis fuerzas.
Dejé mi cuerpo tumbado sobre la arena desértica.
Los buitres celebraron mi última morada con sus picos, mientras dramático seguía haciendo el reloj, tic tac.