En noches sabatinas como ésta
lloran los padres a los hijos
que cuando apuntó el alba se marcharon.
Aceros y metales mortales los mataron
en madrugadas trágicas de interrumpida fiesta.
¿no será culpa nuestra?
Se lleva la alborada
las risas juveniles
no conocerá la almohada
ya una cabeza enhiesta.
Veloces y borrachos
los ve morir la luna
la muerte acude rauda
a arrebatar su vida de una en una
sin espera está presta,
¿no será culpa nuestra?
No vivirán otra existencia más que ésta
no crecerán ni en el amor
desconocido el sentimiento
habrán perdido hasta esto
la dicha o el dolor
que la vida regala
Solo dejan desgarro que denuesto
solo el regazo dulce de su cama
que vacía de su cuerpo
ahora hace gala
de un luto que al que clama
no sanará siquiera el pensamiento
de que un ser superior vela y los ama
Eran niños asustados y ateridos
su marcha sorprendió a todos dormidos
y ahora que se han ido tan de noche
ya nunca sabrán cuanto les amábamos
el agrio y repulsivo hedor a muerte
aquellos seres que fueron tan queridos
mientras nosotros aún soñábamos
ajenos a la huida hacia adelante de la suerte
Aquel sino fatal despeñó el coche
que segó los futuros prometidos
veloces, borrachos y malditos
no quedan sino flores, duelo y llanto
sus años renunciaron a esos hitos
¿Por qué para que vuelvan
y darles abrazos infinitos
hay una eternidad sufriendo tanto?
Sus padres arrastrarán la pena a cuestas
y en otras madrugadas como estas
reproche torturado
al evocar no dejarán de lado
que sólo solitaria oscuridad
con desgarrada crueldad
deparó el hado.
Dolientes, la amargura en la palestra
el corazón que destrozado aún late
por la sangre común vivo y vibrando
el recuerdo nuevamente se desate,
la curva que robó la risa vuestra
¿habrá sido culpa nuestra?