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martes, 17 de mayo de 2011

Tomar las armas

Un hombre se inclina a recoger su lápiz,
 Se ha caído.

Se inclina con cuidado, pues el cuerpo (como todo lo demás) ya no es el de antes.
Este hombre se inclina, y al hacerlo, pensamientos lo abordan, imágenes se le  cruzan
Delante.
Como electricidad.

De repente, parece ganar vértigo y perder equilibrio.

Le cuesta cada vez más llegar, la vista se le nubla, la mente se puebla.
El hombre sigue allí.
Así.
Inclinado,
Con la mitad de su cuerpo hacia abajo, estirando su mano,
A punto de tomar el lápiz,
Pero no.

Transpira.

El hombre ahora teme, que todos a su alrededor noten lo que le sucede.
Súbitas palpitaciones lo asustan.
El hombre siente que el tiempo se detiene.
Todas las miradas, adivina, sobre él.

Sufre.

Trata de concentrarse, de apurarse. De centrarse en ese lápiz.
Es en vano.
Inventa excusas para el momento de incorporarse. Imagina que cara pondrá, como fingir que nada pasa, que nada paso por su cabeza.
Cuando, en realidad, todo ha pasado.


El aire del lugar ya es irrespirable, la tensión parece apoderarse de todo.
Cree, el hombre, que todo a su alrededor ya es niebla, bruma…
Al menos eso quisiera.


Imagina las risas solapadas, como sobradoras. De costado, pequeñas, con la boca entre cerrada.
Imagina las cargadas, las preguntas inquisidoras.
Ya lo sabe,
Ya lo saben.

El hombre tiene pánico.
¿Notaran, entonces, lo que paso?
Aun peor ¿Sabrán, al fin, lo que verdaderamente piensa? Lo que oculta. Aquello que esconde bien atrás de su mente, de sus ojos.
¿Adivinaran en su rictus el alarido contenido que grito? ¿Verán en sus gestos la cara de espanto que percibió?
¿Y qué hay de las voces?
¿Y qué hay de sus silencios?
¿Descubrirán el peso de sus silencios?

Se dice a sí mismo “eso no debe suceder”,
No puede permitirlo.

El hombre, lento, como una clavija, como un engranaje sin aceitar, se incorpora. Se toma con una mano la base de la espalda pretendiendo dolor.
Una vez incorporado los mira, uno a uno. A todos, a toda la ronda alrededor de la mesa.
Detrás de sus lentes empañados todos parecieran haberlo notado.

(A decir verdad, detrás de esos lentes empañados el mundo entero parece distinto)


En silencio,
Planea su huida.

Un hombre se inclino. Un hombre ha caído.
Para siempre.
Para no volver a ser el mismo.












Danilo Gatti

 
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