Convertiste una simple rosa en algo mágico, dándole color de cielo, de aguamarina.
Me deslumbró su increíble belleza, dulce suavidad, caricia de terciopelo.
A mi vera la coloqué, despertaba con ella, dormía con ella, incluso le susurraba palabras de amor.
El tiempo fue pasando, sus hojas ajándose, y cayeron cual lágrimas al suelo, tristes, secas y rojizas.
Descubrí que su color no era natural, su color no era real y te miré con reproche.
Mas me rendí a tu mirada de niño travieso inventando sueños para conquistarme.
La nueva rosa ya no es azul, sino rojo pasión, y la vas deshojando sobre mi cuerpo entre caricias de tus dedos.
Ahora sí es real y tus dedos suaves, aterciopelados me acompañan cuando despierto, cuando duermo, mientras susurramos palabras de amor...