Tierra que exhalaste sudores de brazos hambrientos buscando en tu vientre paliar su necesidad.
Saciaste el hambre de mil generaciones que Madre Tierra te llamaban cuando veían el fruto que tú les regalabas.
Tierra abandonada, dejada en olvido de esos mismos brazos que no te supieron valorar, que buscaron en otros lados, fabricados a conciencia para de sus sudores el asfalto se comiese.
Sobreviviente innata, madre natura que no para de parir, que de tus pechos lograste el milagro de mil árboles amamantar.
Y ahora, esos mismos brazos que tú alimentaste, te arrebatan esos frutos para también explotar en ese asfalto de locura, donde la razón se perdió por culpa del poder de brazos débiles sin escrúpulos, sin respeto, capados de sentimientos.
Te he observado hoy, mientras el sol del amanecer, dejaba ver los restos de la masacre. Y vi como las lágrimas de ti brotadas, el sol las evaporaba y la elevaba al cielo.
Pero tú Madre Tierra, sé que lucharás para que el hombre inconsciente se dé cuenta de que fuiste el comienzo y seguirás siendo hasta el final, la base de nuestra existencia.
Que dejen ya de machacar tu vientre de madre natura, antes de que no te queden lágrimas que el sol pueda elevar.
Y que vista desde arriba, tu verdor no deje paso a la aridez del castramiento, pues el desastre del no parir más, nos llevará a todos al final, provocado por esos brazos débiles que contigo también se irán.
Foto: Carmela
