Enséñame tu mujer amarte
tal y como tu te lo mereces
con el vigor y con la fe
que encarna buen creyente.
Enséñame a destruir el vació
de esta soledad, que ata mi alma
y que aun no ha encontrado el remedio
ni la respuesta que tienda a calmarla.
Enséñame a vivir cada minuto de la vida
tal y como si fuera el último en la tierra
llenos de amor supremo en cada día
y benevolencia que mi ser espera.
Enséñame a sonreírle al mundo
cuando en mi rostro se llene de tristeza
cuando las horas se congelen por el luto
de la injuria soledad que el camino atraviesa.
Miradme tu mujer, como miras a tu ídolo.
El plebeyo que te derrite en un suspiro.
El que afana y tienta tus ojos.
El que te dice cosas que complacen tus sentidos.