En esos días en que campeaba,
orondo y de frente al mundo,
el espíritu del amor inconcluso,
solo se vivía en sueños ajenos
cuando, algún ladrón de almas,
en una sigilosa llegada nocturna
cargaba a su espalda una pasión,
a destiempo y sin sentimientos,
no importando el antes y el después.
Felizmente eso ya ha quedado
en un adagio para el olvido.
Hoy ya no existe el amor de mentiras,
(si bien perduran por allí mentiras de amor).