Cuando el viento deja de soplar,
la noche pierde algo funcional,
una música que se escabulle,
tras el resplandor de la luna,
en mutismos plenos de ausencias.
Algún perdido sollozo, sublevado,
se me deposita en el lagrimal,
sin más remedio que rodar añorando
el agitar de tus transparencias,
alimentando mi lado oscuro,
ese, que te busca a media noche
en el espacio originario de tu piel.