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lunes, 18 de marzo de 2019

¿Quién mató a Luis Meléndez?



Por: Juandemaro Querales

El salvaje crimen de un comerciante y vendedor de queso, a manos de sus secuestradores. Sirven de excusa para narrar una historia que toca directamente las fibras más íntimas del poeta Leonardo Pereira Meléndez. “Cementerio de Voces”. Editorial Punto. Caracas. 2018. Novela río, cuyo título se nos antoja asociarlo al “Cementerio Marino” de Valery. Relato policial donde el crimen contra la humanidad del comerciante de queso: Luis Meléndez, sirve para poner a rodar el drama familiar de un grupo humano establecido en pueblo pequeño del interior de Venezuela.
Carora y San Cristóbal de Aregue en el estado Lara, en el occidente venezolano. Integran el mito especio donde campesinos, criadores de chivos y gente dedicada al agro y la ganadería, hacen vida como en los primeros días del génesis. Sociedad bucólica y pastoril, donde nada sobresalta a la pacífica grey.
Pero un día un acontecimiento trastocó el tiempo inmutable y con ello la paz contenida en las homilías de los fines de semana, pronunciadas por el Padre Quero. El crimen cometido contra Luis Meléndez y que dio motivo para que el narrador desnude la psiquis de un poblado pre-industrial, donde todavía esperan la aplicación de la lógica técnica.
Este crimen –que apenas se conoció por la prensa local– hubiese pasado desapercibido, si no es por la actividad del escritor Pereira Meléndez, quien empieza a indagar en tribunales y policías, que hay detrás del horroroso crimen. Uniendo cabos, combinando la ficción y la realidad, para descubrir la existencia de una conspiración, donde policías, delincuentes y una trama familiar, alimentan un entresijo que estalla finalmente, dando origen a una sustancia acre que enloda el paisaje de envidia y codicia.
Estos agregados van haciendo crecer el relato, develando el origen de la memoria de aquellos pacíficos pastores del remoto edén. Todo esto formando un conjunto antes disperso, ya que allí se concentra un enlozado teologal correspondiente a un cristianismo cismático, reformista y su contraparte la inquisición jesuítica.

Olivera, Goyito Mendoza, el propio autor, los descendientes del propio Luis Meléndez, el caliche, el frutero, el general del Gaes, todos son sospechosos. Todo mundo se siente vigilado, la desconfianza los lleva a aislarse a no hablar o intimar, por temor a largar prendas.

La novela tiene recursos literarios  que sorprenden, trucos que salvan la narración de caer en la lista del supermercado. El contrapunteo de los tiempos, el monólogo interior, empleado en el último capítulo que nos remite al monologo de Molly Bloom en el Ulises de James Joyce.
Como estructura policial, constituye uno de los escasos ejemplos de género de Novela Negra o Gótica. De ahí su importancia en la literatura venezolana actual, donde hay la necesidad de incorporar el lenguaje de la emergencia, de sociedad crispada y dividida, frustrada con su población educada ida con la última diáspora en el tercer mundo.

Esta narración, puede dar paso a una escritura mayor, a una saga por entregas. Muy a lo Arthur Conan Doyle o Corín Tellado, o el celebrado Manuel Vázquez Montalbán. Cualquiera pudo haber matado a Luis Meléndez. Pero eso cerraría el relato y no hay novela fundida o novelas ejemplares como las llamó Cervantes. Pereira Meléndez se anota unos puntos en el difícil arte de narrar desde el crimen en la óptica de  Thomas De Quincey, el del crimen como una de las bellas artes.

Marzo de 2019



 
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