Las lágrimas no caen desde el piano.
Aunque hay algunas contradicciones,
no hay lágrimas. Definitivamente no.
Otras canciones, de madrugada, laten
sonrisas en todas las insinuaciones.
La sedición de un binomio conjugado
cae sobre la alfombra y allí, retozan
palabras caminando en la infidelidad.
A la hora de la inspiración, se suspira
en inmediatas devociones amarillas.
En una certeza de leche tibia, se abrigan
flexibles abandonos antes del mañana.
El piano continúa vegetando en soledad.
Vuelve a abrir los ojos. No mientas más.